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Amadís de Gaula
Amadís de Gaula tiene ahora cinco años, se llama Bobby Lemond y vive con sus padres.
Papá Lemond, mamá Lemond y el niño Amadís de Gaula, nacido Bobby Lemond, solían pasar las veladas ante el aparato de televisión, viendo lo que las ondas quisieran traerles y comentando todo: los vestidos de la diva, los bigotes del galán, etc., etc.
Aquel día la familia Lemond estaba asistiendo a una novela emocionante. La verdad es que la novela de aquel día era algo que nada dejaba de desear y los Lemond — papá, mamá, y Amadís de Gaula se sentían felices e interesados, cada uno desde su butaca.
Pero el guionista del programa que ignoraba el caballeresco y sostuvo más tiempo una situación angustiosa para la heroína que iba a caer de un momento a otro en las garras del traidor y ... aquí vino lo malo. Bobby Amadís de Gaula se levantó en silencio, encendió la luz en el despacho de papá, abrió el armero, descolgó un rifle, lo montó y con paso de lobo para que el traidor no se apercibiera, se acercó hasta cuatro pasos de la pantalla, apuntó y ¡zas! le descerrajó un tiro a quemarropa que lo dejó temblando.
Mamá Lemond se cayó de espaldas, papá Lemond se vio atacado de un ataque de ira que tuvo que contener porque el niño no había soltado el rifle y el aparato televisor, hecho astillas, dejó de funcionar.
Cuando la paz se hizo, Amadís de Gaula, el último caballero andante, se acercó a sus padres, a recibir las felicitaciones por su noble comportamiento, pero en vez de felicitaciones, le dieron un par de azotes y le metieron en la cama sin postre.
Es posible que durante muchos años Bobby Lemond, Amadís de Gaula no se explique el raro reaccionar de sus padres que, según todas las apariencias, tomaron el partido del raptor y no el de la muchacha raptada, que hubiera sido más lógico y lo que Bobby Amadís de Gaula esperaba.
Pero sucede que cada generación tiene sus aficiones y hasta sus manías y sus puntos de vista, y los padres de Amadís, según Amadís desprendía de lo que venían haciendo, deseaban más ver al malo y el aparato de televisión en funcionamiento, que a la heroína en la libertad.
¿Por qué — pensaba Amadís en la cama, antes de quedarse dormido — habían hecho así? ¿Es que les era igual? ¿Acaso no veían que la iban a coger? No. Amadís de Gaula, Bobby Lemond, el último caballero andante pensará, que su gesto no fue entendido, porque las gentes, ¡ay! han olvidado los móviles que impulsan a las almas generosas, esos últimos corazones que funcionan alimentados por el fuego sagrado de ilusión. Y lo peor es que Bobby Lemond es posible que tenga razón. Lo que no será nada bueno para todos los demás.
Al chico le conmovió el episodio en que…
Amadís de Gaula tiene ahora cinco años, se llama Bobby Lemond y vive con sus padres.
Papá Lemond, mamá Lemond y el niño Amadís de Gaula, nacido Bobby Lemond, solían pasar las veladas ante el aparato de televisión, viendo lo que las ondas quisieran traerles y comentando todo: los vestidos de la diva, los bigotes del galán, etc., etc.
Aquel día la familia Lemond estaba asistiendo a una novela emocionante. La verdad es que la novela de aquel día era algo que nada dejaba de desear y los Lemond — papá, mamá, y Amadís de Gaula se sentían felices e interesados, cada uno desde su butaca.
Pero el guionista del programa que ignoraba el caballeresco y sostuvo más tiempo una situación angustiosa para la heroína que iba a caer de un momento a otro en las garras del traidor y ... aquí vino lo malo. Bobby Amadís de Gaula se levantó en silencio, encendió la luz en el despacho de papá, abrió el armero, descolgó un rifle, lo montó y con paso de lobo para que el traidor no se apercibiera, se acercó hasta cuatro pasos de la pantalla, apuntó y ¡zas! le descerrajó un tiro a quemarropa que lo dejó temblando.
Mamá Lemond se cayó de espaldas, papá Lemond se vio atacado de un ataque de ira que tuvo que contener porque el niño no había soltado el rifle y el aparato televisor, hecho astillas, dejó de funcionar.
Cuando la paz se hizo, Amadís de Gaula, el último caballero andante, se acercó a sus padres, a recibir las felicitaciones por su noble comportamiento, pero en vez de felicitaciones, le dieron un par de azotes y le metieron en la cama sin postre.
Es posible que durante muchos años Bobby Lemond, Amadís de Gaula no se explique el raro reaccionar de sus padres que, según todas las apariencias, tomaron el partido del raptor y no el de la muchacha raptada, que hubiera sido más lógico y lo que Bobby Amadís de Gaula esperaba.
Pero sucede que cada generación tiene sus aficiones y hasta sus manías y sus puntos de vista, y los padres de Amadís, según Amadís desprendía de lo que venían haciendo, deseaban más ver al malo y el aparato de televisión en funcionamiento, que a la heroína en la libertad.
¿Por qué — pensaba Amadís en la cama, antes de quedarse dormido — habían hecho así? ¿Es que les era igual? ¿Acaso no veían que la iban a coger? No. Amadís de Gaula, Bobby Lemond, el último caballero andante pensará, que su gesto no fue entendido, porque las gentes, ¡ay! han olvidado los móviles que impulsan a las almas generosas, esos últimos corazones que funcionan alimentados por el fuego sagrado de ilusión. Y lo peor es que Bobby Lemond es posible que tenga razón. Lo que no será nada bueno para todos los demás.
Al chico le conmovió el episodio en que…
- el guionista manifestaba el caballeresco.
- el tiempo iba corriendo.
- la vida de la protagonista se encontraba en una situación peligrosa.
- se encendió la luz.